Todo parecía mejorar hasta que me aficioné a algo que me ha recordado a cuando sí que tenía blog: ese invento del demonio al que llaman el libro de caras, que se sirve del voyerismo, de la nostalgia y de las falsas apariencias para hacer publicidad.
Si me quedara un año de vida no perdería el tiempo con ello, desde luego. Espero haberme dado cuenta a tiempo.
Bitácora intimista e interiorista
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